Si nunca nadie te da feedback es muy fácil que te acostumbres a tus propios defectos en cualquier dimensión de la vida. Y este peligro se acentúa si las personas de las que estás rodeado no te aprecian lo suficiente como para pasar el relativo mal trago de decirte algo en lo que puedes mejorar, o no tienen agallas para hablarte claro, cara a cara. O quizá es que te has rodeado de personas que te «bailan el agua», o de pusilánimes. O puede que no haya manera de decirte nada, porque saltas inmediatamente como un tigre, o concluyes precipitadamente que tú no sirves para esto o lo otro, o que eres así y no vas a cambiar. O, lo peor de todo, es que los que te rodean no te aprecian y no se toman la molesta de darte feedback.
Los próximos 30 años – Alvaro González-Alorda